Lo conversamos cien veces, jaulas para nadie, "culebrita" a veces pensaba que lo entendías y estabas de acuerdo, otras por tu cara me daba la sensación que te invadían las dudas, te explicaba lo que pensaba otra vez con paciencia infinita, que los demás seres vivos no son mascotas, que la vida no se vende, ni se compra y la libertad no se arrebata por egoísmo ¡NI POR NADA!
Cada vez que iba a tu casa a verte y miraba a esos hermosos pájaros encerrados te lo volvía a repetir ¡jaulas para nadie! Y tu repetías lo que te decía tu abuela, que las aveces estaban bien, que eran felices, porque cantaban, tenían agua y comida, y yo volvía a la carga preguntándote si estarías feliz encerrado, te quedabas callado, con la mirada perdida en tu respuesta. Al fin llego el día que tanto había soñado, el día en que me pediste ayuda para liberarlos, te tome para que alcanzaras la jaula, la llevamos al jardín y abrimos su puerta. El pájaro azul, voló velozmente, posándose en el primer árbol, la segunda ave no quería salir, tuvimos que meter la mano y tomarla para sacarla, te la entregue y la cogiste con tus pequeñas manos, la miraste un instante nervioso y la arrojaste al cielo, voló torpemente, se notaba que nunca había sido libre, choco con una malla de kiwi y cayo sobre un techo, aturdida intento pararse, estaba mareada, sorpresivamente salto sobre ella un gato negro que de un mordisco la mato, perdiéndose elegantemente entre los tejados vecinos con la hermosa ave entre sus dientes. Me miraste como para exigir una explicación, me encogí de hombros y te dije, si me preguntas a mi, prefiero morir libre que vivir encerrado y miraste el árbol donde aun estaba posada el ave azul.
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